* de Luis de Góngora
** de Niels Bohr
foto: Samuel Beckett contempla perro y gato, tomado de Entre Gulistán y Bostan

lunes, 27 de septiembre de 2010

entre los labios y la voz...


Degas-1878-cantante

autorretrato con la boca abierta-Rembrandt

1959-Marcel Duchamp-con mi lengua en mi mejilla
yeso sobre autorretrato en papel

[...]entre los labios y la voz algo se va muriendo[...]
Pablo Neruda

el pie, el otro pie,

Domingo 19 de julio de 1910-
[...] El pie con el que penetraré en la sala se habrá transformado ya antes de que levante el otro.[...]--Franz KAFKA



Jean Dieuzaide - (Jésus est cloué sur la croix, “le dévost Christ"première station, 1950)
vía zoopat via Plingrafías

domingo, 26 de septiembre de 2010

Walter BENJAMIN-sigue en el camino


...lo vio de noche, quizás al alba, haciendo muchos altos en el camino en alguna roca, para descansar su corazón que iba ya roto...murió a los 48 años, se mató o le mataron en la noche del 24 al 25 o del 26 al 27 de septiembre, que tampoco se sabe, como no sabe nadie donde reposa su cuerpo
(Berlín, 15 de julio de 1892 – Portbou, 27 de septiembre de 1940)

lunes, 20 de septiembre de 2010

fragm. de Confesión-Lev TOLSTOI//BERGMAN

[...] Pero en ese campo del conocimiento, a mi pregunta "¿Cuál es el sentido de la vida?" recibía por única respuesta:"Eres lo que tú llamas vida, una cohesión de partículas fortuita y temporal. La interacción mutua, las alteraciones de las partículas producen en ti lo que tú llamas vida. Esa cohesión se mantendrá cierto tiempo; después,la interacción de las partículas cesará, y lo que llamas vida también cesará, así como todas las cuestiones que te planteas. Eres una bolita de algo que se ha constituido fortuitamente. Esa bolita se pudre.Y llama "vida" a esa putrefacción. La bolita se disgregará, y la putrefacción cesará, lo mismo que todas las cuestiones". Así responde el lado claro del conocimiento, y no puede hacerlo de otra manera si se atiene rigurosamente a sus propios fundamentos.
Es evidente que esa no era la respuesta a mi cuestión. Necesito conocer el sentido de mi vida, y el hecho de que ésta sea una partícula del infinito, en vez de darle sentido, destruye todos los sentidos posibles.
Esos confusos acuerdos del sector de la ciencia experimental y exacta con la especulación, en función de los cuales se dice que el sentido de la vida consiste en el desarrollo y en la cooperación a tal desarrollo, no pueden considerarse respuestas a causa de su imprecisión y falta de claridad.
El otro dominio de la ciencia, el especulativo, cuando se atiene rigurosamente a sus fundamentos y responde directamente a mi cuestión, no ofrece otra respuesta que la que se ha dado en todas partes a través de los siglos: el mundo es algo infinito e incomprensible. La vida humana es una parte incomprensible de ese "todo" incomprensible. De nuevo excluyo los acuerdos entre las ciencias especulativas y las ciencias experimentales que constituyen el lastre de las semiciencias, las así llamadas ciencias jurídicas, políticas e históricas. También en estas ciencias los conceptos de desarrollo y de perfeccionamiento son erróneamente introducidos,con la única diferencia de que dichas ciencias no se ocupan del desarrollo de todo, sino de la vida de los hombres. El error es idéntico:el desarrollo y la perfección en el infinito no pueden tener propósito ni dirección y por tanto no pueden dar respuesta a mi cuestión.
Allí donde la ciencia especulativa es precisa, en la verdadera filosofía, y no en la que Schopenhauer llama la "filosofía de los profesores", cuyo único objetivo es clasificar todos los fenómenos existentes con arreglo a nuevas categorías filosóficas y darles nuevos nombres, allí dondeel filósofo nopierdde de vista la cuestión esencial, la respuesta es siempre la misma,la ya dada por Sócrates, Schopenhauer, Salomón, Buda.
"No nos acercamos a la verdad sino en la medida que nos alejamos de la vida",dice Sócrates preparándose para morir. "¿Por qué nosotros, que amamos la verdad, nos precipitamos hacia la vida? Para liberarnos del cuerpo y de todo el mal resultante de la vida del cuerpo. Si es así, ¿cómo,pues, no alegrarnos cuando la muerte viene a nuestro encuentro?"
"El sabio busca la muerte durante toda su vida, es por ello que no teme a la muerte".
He aqui lo que dice Schopenhauer: "Si aceptamos la esencia interna del mundo como voluntad, y aceptamos la objetividad de esa voluntad en todos los fenómenos, desde las aspiraciones inconscientes de las fuerzas oscuras de la naturaleza hasta las actividades plenamente conscientes del hombre, no podemos eludir la conclusión de que, con la libre negación y la autodestrucción de la voluntad, también desparecerán todos los fenómenos; la constante aspiración, la inclinación sin fin y sin descanso hacia todos los niveles de objetividad que conforman el universo desaparecerá, la variedad de formas sucesivas desaparecerá, cuando la forma desaparezca, desaparecerán también esos fenómenos con sus formas generales, espacio y tiempo, y finalmente, su forma última esencial: sujeto y objeto. No hay idea sin voluntad, y tampoco universo. Ante nosotros, por supuesto, solo queda la nada. Pero lo que se opone a ese tránsito a la nada -nuestra naturaleza- no es más que la voluntad de vivir (Wille zum Leben), de la que estamos constituidos nosotros al igual que nuestro mundo. Lo que tememos tanto de la nada, o lo que es lo mismo, nuestra voluntad de vivir, sólo significa que no somos nada más que esa voluntad de vivir y que no sabemos nada fuera de ella. Por eso, después de la aniquilación total de la voluntad, para nosotros, que todavía estamos llenos de voluntad,no quedará, por supuesto, otra cosa que la nada; pero, por el contrario, para aquellos en que la voluntad se ha transformado y negado a sí misma, para ellos nuestro universo, tan real con todos sus soles ysus vías lácteas, no es más que la nada".
"Vanidad de vanidades -dice Salomón-. Vanidad de vanidades, todo es vanidad. ¿Qué provecho obtiene el hombre de todo el trabajo con que se afana bajo el sol? Generación va y generación viene, pero la tierra siempre permanece. Lo que ya ha acontecido, volverá a acontecer,lo queya se ha hecho, se volverá a hacer; y no hay nada nuevo bajo el sol. ¿Acaso hay algo de lo que pueda decirse:"He aquí esto, que es nuevo"? Ya aconteció en los siglos que nos han precedido. No queda memoria de lo que precedió, ni tampoco de lo que ha de suceder quedará memoria en los que vengan después. Yo, el Eclesiastés, reiné en Jerusalén sobre Israel. Me entregué de corazón a investigar ya buscar con sabiduría todo cuanto se hace bajo el cielo: este penos trabajo dio Dios a loshijos de loshombres para que se ocupen en él. Miré todas las obras que se hacen debajo del sol, y vi que todo ello es vanidad y aflicción de espíritu...Hablé yo en mi corazón, diciendo:"He aquí, yo me he engrandecido, y he crecido en sabiduría más que todos mis predecesores en Jerusalén, y mi corazón ha percibido mucha sabiduría y ciencia". De corazón me dediqué a conocer la sabiduría y también a entender las locuras y los desvaríos. Y supe que aun esto era aflicción de espíritu,pues en la mucha sabiduría hay mucho sufrimiento; y quien añade ciencia, añade dolor. DIje yo en mi corazón:"Vamos, pues, te probaré con el placer: gozarás de lo bueno". Pero he aquí,esto también era vanidad. A la risa la considero una locura; en cuanto a los placeres, ¿para qué sirven? Decidí en mi corazón agasajar mi carne con vino y, sin renunciar mi corazón a la sabiduría,entregarme a la necedad, hasta ver cuál es el bien en el que los hijos de los hombres se ocupan debajo del cielo todos los días de su vida. Acometí grandes obras,me construí casas, me planté viñedos; cultivé mis propios huertos y jardines, y en ellos planté toda clase de árboles frutales. También construí aljibespara irrigar los muchos árboles que allí crecían. Compré siervos y siervas, y tuve siervos nacidos en casa. Tuve muchas más vacas y ovejas que todos los que me precedieron en Jerusalén. [...] Además conservé conmigo mi sabiduría. No negué a mis ojos ninguna cosa que desearan,ni privé a mi corazón de placer alguno...Miré luego todas las obras de mis manos y el trabajo que me tomé para hacerlas; y he aquí,todo es vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del sol.[...]
No hay cosa mejor para el hombre que comer y beber, y gozar del fruto de su trabajo...
"Todo acontece de la misma manera a todos; lo mismo les ocurre al justo y al malvado, al bueno, al puro y al impuro, al que sacrifica y al que no sacrifica; lo mismo al bueno que al pecador, tanto al que jura como al que teme jurar. Este mal hay entre todo lo que se hace debajo del sol: que un mismo suceso acontece a todos, y que el corazón de los hijos de los hombres está lleno de mal y de insensatez durante toda su vida. Y que después de esto se van con los muertos. Aún hay esperanza para todo aquel que está entre los vivos, pues mejor es perro vivo que león muerto. Porque los que viven saben que han de morir, pero los muertos nada saben,ni tienen más recompensa, porque su memoria cae en el olvido. También desaparecen su amor, su odio y su envidia; y ya nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol".
Así habla Salomón, o el que escribió esas palabras.[..]
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esta pequeña obra fue escrita por Tolstoi cuando tenía aproximadamente cincuenta años, en los años 1878-79,murió en 1910, y nació en 1828
tomado de Confesión -Lev TOLSTOI.traducc. Marta Rebón-edit.Acantilado

de Como en un espejo-1961-Ingmar Bergman-


jueves, 16 de septiembre de 2010

La carta-Henri MICHAUX



Les escribo de un país en otro tiempo claro. Les escribo del país del manto y la sombra. vivimos desde hace mucho, vivimos en la Torre del pabellón a media asta. ¡Ah, verano! Verano envenenado. Y desde entonces el mismo día siempre, el día del recuerdo incustrado...

El pez fuera del agua piensa en el agua todo lo que puede. Todo lo que puede, ¿no es natural? En lo alto de una cuesta se recibe una lanzada de pica. En seguida, toda una vida cambia. Un instante echa abajo la puerta del Templo.

Nos consultamos entre nosotros. Ya no sabemos. Nadie sabe más que el otro, nadie sabe. Aquel, perturbado. El otro confundido. Todos, desamparados. La calma se ha ido. La sabiduría no dura el tiempo de una inspiración. Dime, ¿quién si recibe tres flechazos en la mejilla se presentará con un aire desenvuelto?

La muerte se apoderó de algunos. La prisión, el destierro, el hambre, la miseria se encargaron de los otros. Nos atraversaron grandes sables de escalofrío, lo abyecto y lo solapado después nos atravesaron.

¿Quién en nuestra tierra recibe todavía el beso de la alegría hasta el fondo del corazón?

La unión del yo y el vino es un poema. La unión del yo y la mujer es un poema. la unión del cielo y la tierra es un poema pero el poema que nosotros hemos oído ha paralizado nuestro entendimiento.

En la pena demasiado grande nuestro canto no pudo proferirse. Detenido el arte de huella de jade. Las nubes pasan, las nubes de contorno de rocas, las nubes de contorno de duraznos; nosotros, parecidos a las nubes, pasamos repletos de las vanas potencias del dolor.

Ya no amamos al día. Aúlla. Ya no amamos la noche, atormentada por los cuidados. Mil voces para hundirnos. Ninguna voz para sostenernos. Nuestra piel se fatiga de nuestra cara descolorida.

El acontecimiento es grande. También la noche es grande pero ¿qué puede hacer? Mil astros de la noche no iluminan un solo lecho. Los que sabían ya no saben. Saltan con el tren, ruedan con la rueda.

"¿Quedarse uno en uno mismo?" ¡No lo sueñes! La casa del solitario no existe en la isla de los papagayos. En la caída se mostró la maldad. El puro no es puro. Muestra lo que tiene de obstinado, de rencoroso. Algunos se manifiestan en el chillido. Otros en lo esquivo. la grandeza no se manifiesta.

Ardor en secreto, adiós a la verdad, silencio de la baldosa, grito del apuñalado, la conjunción del reposo helado y los sentimientos quemantes ha sido nuestra conjunción y nuestra ruta la ruta del perro perplejo.

No nos reconocimos en el silencio, no nos reconocimos en el aullido, ni en nuestras grutas, ni en los gestos de los extraños. A nuestro alrededor el campo indiferente y el cielo sin intenciones.

Nos hemos mirado en el espejo de la muerte. Nos hemos mirado en el espejo del sello insultado, la sangre que corre, el impulso decapitado, nos hemos mirado en el espejo tiznado de la afrenta.

Hemos regresado a las fuentes verdosas.

Versión de Octavio Paz
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Je vous écris d'un pays autrefois clair. Je vous écris du pays du manteau et de l'ombre. Nous vivons depuis des années, nous vivons sur la Tour du pavillon en berne. Oh! Été empoisonné! Et depuis c'est jours le même jour, le jour au souvenir incrusté...

Le poisson pêché pense à l'eau tant qu'il le peut. Tant qu'il le peut, n'est-ce pas naturel? Au sommet d'une pente de montagne, on reçoit un coup de pique. C'est ensuite toute une vie qui change. Un instant enfonce la porte du Temple.

Nous nous consultons. Nous ne savons plus. Nous n'en savons pas plus l'une que l'autre. Celui-ci est affolé. Celui-là confondu. Tous sont désemparés. La calme n'est plus. La sagese ne dure pas le temps d'une inspiration. Dites-moi. Qui ayant reçu trois flèches dans la joue se présentera d'un air dégagé?

La mort prit les uns. La prison, l'exil, la faim, la misère prirent les autres. Des grand sabres de frisson nous ont traversés, l'abject et le sournois ensuite nous ont traversés.

Qui sur notre sol reçoit encore le baiser de la joie jusqu'au fond du coeur?L'union du moi et du vin est un poème.

L'union du moi et de la femme est un poème. L'union du ciel et de la terre est un poème. Mais le poème que nous avons entendu a paralysé notre entendement.

Notre chant dans la peine trop grande n'a pu être proféré. L'art à la trace de jade s'arrête. les nuages passent, les nuages aux contours de roches, les nuages aux contours de pâeches, et nous, pareils à des nuages nous passons, bourrés des vaines puissances de la douleur.

On n'aime plus le jour. Il hurle. On n'aime plus la nuit, hautée des soucis. Mille voix pur s'enfoncer. Nulle voix pour s'appuyer. Notre peau se fatigue de notre pâle visage.

L'événement est grand. La nuit aussi est grand, mais que peut-elle? Mille astres de la nuit n'éclairent pas un seul lit. ceux qui savaient ne savent plus. Ils sautent avec le train, ils roulent avec la roue.

"Se garder soi dans le sien?" Vous n'y songez pas! La maison solitaire n'existe pas dans l'île aux perroquets. Dans la chute s'est montrée la scéleratesse. Le pur n'est pas pur. Il montre son obstiné, son rancunier. Certains se manifestent dans les glapissements. D'autres se manifestent dans l'esquive. Mais la grandeur ne se manifeste pas.

L'ardeur en secret, l'adieu à la vérité,le silence de la dalle, le cri du poignardé, l'ensemble du repos glacé et des sentiments qui brûlent a été notre ensemble, et la route du chien perplexe notre route.

Nous ne nous sommes pas reconnus dans le silence, nous ne nous sommes pas reconnus dans les hurlements, ni dans nos grotte, ni dans les gestes des étrangeres. Autour de nous la campagne est indifférente et le ciel sans intentions.

Nous nous sommes regardés dans le miroir de la mort. Nous nous sommes regardés dans le miroir du sceau insulté, du sang qui coule, de l'élan décapité, dans le miroir charbonneux des avanies.Nous sommes retournés aux sources glauques.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Diótima de Mantinea-María ZAMBRANO

DIÓTIMA DE MANTINEA-MARÍA ZAMBRANO


Pocos exégetas del "Symposium" han creído en la existencia de Diótima de Mantinea, quizás porque reveló un misterio en la total humildad, sin apetecer dar su nombre, dejándolo a Sócrates, que no escribía, retirándose, o sin alterarse, sin cambiar de sitio ni de fisonomía. Se la oye decir la memorable revelación con su voz un poco sorda, metálica infinitamente dulce, con que hablaba siempre. Bajándola un poco, bajándose hacia la tierra, como la mano que echa la semilla, inclinándose como solía al mismo tiempo sobre la tierra y sobre el corazón del que la escuchaba ocasionalmente. Porque todo era ocasional en su vida. Todo lo que le sucedía, y nada tenía mayor o menor importancia, sobre todo desde que dejó de estar disponible, sin saberlo.

Estaba más allá, como la inmensa mayoría están más acá, de la línea justa donde están los que pueden comunicarse y decir, actuar y hacerse visibles.

La mayor parte de los mortales no alcanzan a entrar, tampoco deben, bajo esa raya de luz que hace visible y fija como para siempre los gestos, las acciones, las palabras. Es una luz un tanto indiscreta y no enteramente justa en apariencia, pues no destaca todo. Funciona de una curiosa manera, ya que, justamente porque no lo destaca todo, puede existir. Si la vida de todos los hombres fuese a quedar fijada para siempre, tendría que ser haciéndose enteramente visible, en todos y en cada uno de sus gestos y, como tal manifestación total no es posible en la tierra, quedan semivisibles. Y cuando se extinguen, se apagan en la sombra. Pues todo en ellos, en los anónimos, es igualmene importante y no hay razón para que unos gestos o unas palabras sean destacados de los otros. Es cierto que también ellos, los anónimos, tienen sus singularidades -que anidan en el caudal de la tradición, en el saber innominado ese que no se presenta como siendo de un sujeto individual, hazaña de un individuo. Es el pueblo, o es alguien de ese pueblo cuyo nombre autentifica solamente su anonimato.

Pues resulta extraño cómo el nombre unido a ciertas frases, y aun a ciertas acciones, sirve tan sólo como de marca de autenticidad del anonimato, de que alguien como todo los demás lo dijo o lo hizo. Y sólo el conjunto, la totalidad de esos decires o acciones memorables, alcanza esa visibilidad propia del logos; luz, palabra, son dos aspectos tan sólo de una identidad cuya última palabra y luz originaria han sido acción, son aspectos de la eternidad.

Mas en verdad el pueblo, la tradición, no entran en lo memorable, sino que son lo memorable, la memoria permanente, manifestación del logos: palabra,luz: amplia, ancha, generosa y hasta pródiga manifestación. Y los que mueren sin el consuelo de saber que sus gestos y sus palabras quedarían, se habrán llevado el resquemor de ello. Vivieron en las cercanías de ese lugar donde las palabras y las acciones quedan intransferibles y no tuvieron lucidez nacida de la aceptación que les hiciera saber, o cuando menos sentir, que sus palabras serían para siempre, vivirían como seres en medio de ese caudal donde todo, absolutamente todo lo que hace el hombre lo es, aunque no quede adscrito a su nombre singular.

Y hay hombres que quedan como figuras, como rostros del anonimato, las modulaciones figuradas que sobresalen de la ondulación de la tierra, al modo de esos rostrso gigantescos, misteriosos, que surgen perfectamente modelados de una roca en una montaña; esas ciudades encantadas que surgen de un paisaje o en medio del desierto. Y algunos seres quieren hablar lo que callaron en vida, y otros ansían sedientemente rememorar lo que qeudó bajo la luz de su memorable revelación, hablar desde su penumbra. Como uno de estos preciosos seres se nos ha presentado Diótima de Mantinea. Sólo unos pocos fragmentos hemos podido intra-oír.

FRAGMENTOS

Y ahora, ¿quién deshojará la rosa sobre mí, quién me llorará y, lo que más cuenta, quién alzará la mano despidiéndome y señalando a mi alma el camino a seguir, deshaciendo ese nudo que une aún a las almas de los recién muertos con el aire de la vida? Así lo hice primero con los míos. Y después, cuando venían a buscar en mi mano el poder de cumplir tales acciones que me fueran haciendo poco a poco sentir y saber que el amor ha de hacerse ley, que las leyes verdaderas son momentos del amor. Y ahora, extranjera, a solas con mi Dios que se me ha vuelto desconocido, a nadie veo a mi alrededor que me asegure ser ayudada al momento de arrancarme de esta tierra de la que más que hija he sido, por lo visto, huésped. Un huésped que se ha detenido demasiado. No me había dado cuenta de que nadie ya me retenía, de que se habían acabado desde hacía tiempo las sonrisas del anfitrión, de que el anfitrión había desaparecido y de que yo misma no acudía ya a la mesa a falta de alguien con quien compartir mi comida.

Me habían llevado a creer que necesitaban oírme, que les fuera trasvasando ese saber que, como agua, se escapa imperceptible de toda mi persona, según decían; no es una mujer, es una fuente. Y yo...

Y ahora recuerdo, la memoria se me va convirtiendo en ley, que yo misma me fui volviendo cada vez más ha­cia la fuente original de donde mi saber provenía, de don­de lo había recibido cayendo gota a gota. Quizás durante tiempos y tiempos estuve casi seca. Y alguien colocó pia­dosamente una piedra blanca de esas que yo amaba des­de siempre, para que la herida en la tierra que es todo ma­nantial que ya no mana, no fuese visible. Y aquel día fui muerta y sepultada, mientras yo, sin apercibirme, aten­día inmóvil al rumor lejano de la fuente invisible. Reco­gida en mí misma, todo mi ser se hizo un caracol mari­no; un oído; tan sólo oía. Y quizás creía estar hablando cuando las palabras sonaban tan sólo para mí, ni fuera ni dentro; cuando no eran ya dichas, ni escuchadas, tal como yo había soñado deberían de ser las palabras de la verdad.

Me fui volviendo oído y al volverme para mirar, nadie me escuchaba Sin recinto sonoro me adentré en el silen­cio, soy su prisionera, y aunque hubiese aprendido a es­cribir no podría hacerlo; criatura del sonido y de la voz, de la palabra que llega en un instante y se va a visitar qui­zás otros nidos de silencio. Había dado por sabido que el escribir es cosa de unos pocos hombres, a no ser que haya una escritura de oído a oído. El hablar en cambio me era natural y, como todas las cosas que se hacen se­gún la naturaleza, tenía sus eclipses, sus interrupciones. La palabra misma es discontinua, pero sólo se hace sen­sible cuando hay que formarla y entonces ya no es una cosa de la naturaleza, sino eso que unos pocos hombres se esfuerzan en hacer y que llaman pensar.

Pero yo nunca he pensado, hay que decidirse a ello. Y ahora me doy cuenta de que todos mis movimientos han sido naturales, atraídos invisiblemente como las mareas que tanto conozco, por un sol invisible, por una luna ape­nas señalada, blanca, la luna que nace blanca sobre un cie­lo azulado continuación del mar; la luna navegante y sola reina destituida, reina más que Diosa de un mundo que fue y se perdió. Reina convertida en Diosa de los muertos, de los condenados al silencio y de los fríos. Socorre­dora de los sin patria.

Madre de las almas...Se hundían en mí cuando se quedaban sin cuerpo. Y padecía yo sus dolores indecibles, aquellos que no habían tenido nombre. Todo su no ser y lo que habían dejado de sentir y lo que habían dejado vagar fuera de sí mismas. Pues no todas las almas han sostenido la carga del destino que sobre ellas pesaba, ni recogido los dolores de las entrañas que estaban a su cuidado; ni han sido el guía invisible que ligero atrae el pensameinto y da dictamen en los secretos pasos de la vida. Al separarse de sus cuerpos, caen como un ciego que se hubiese vuelto así de repente, sin la ayuda de nuevos sentidos. Y les duele el cuerpo que dejaron y esa su historia con la que no saben qué hacer, llena de interrupciones y paréntesis, como tela hecha al descuido. Y aquel dolor que no apuraron, y el amor posible y apenas entrevisto en un instante de infinita flaqueza: vagan y revolotean como pájaros. Sin sede aún en el país de los muertos, débiles para atravesar su dintel, desvalidas como en el momento de nacer, venían a mí. Y no me daba cuenta al principio, y hube de soportar los reproches de mi extraño dolor no semejante al de nadie cuando alguien cerca de mí o unido a mí por algún lazo moría.

Extraño, irreductible dolor que no se aplacaba ni hallaba consuelo. Y mientras entonaban la salmodia ritual en que se enumeraban las virtudes que ¡ay! no siempre eran el relato fiel de la verdad, la pobre ánima palpitaba a ciegas, sin reconcoerse. Y todo lo más siente el ambiguo consuelo del animal a quien se acaricia un instante antes de ser devuelto a su rincón a sufrir a solas su dolor de bestia extraña a todo. Esos consuelos que el vivo regala para quedarse libre de este lado de la vida, defendiéndose de acercarse al umbral de la muerte, de acompañar al alma desencarnada por algunos instantes siquiera y prestarle un hueco, esa cueva maternal que la misma tierra procura. Pues ante la muerte penetrará en ellos un día también desde afuera, y no como el mar que inunda y lleva lejos.

Los he llevado, sí, a mis muertos sobre mí, sintiendo su peso, esa torpeza de su nuevo estado: los he retenido mientras no podían marcharse. Y conocí las penas ajenas a mi condición, tan ajenas que a veces yo no podía saber a qué error, a qué debilidad eran debidas, o a qué verdad. Me hundía en mí misma, haciéndome oscura, me llenaba de muerte y los vivos huían de mi lado. Y luego me levantaba y sentía mi alma anónima que sostenía a aquellas almas a medio despertar que ardían ya, con esa luz que sale del alma que comienza a arder en su propio fuego, que comienza a reducirse a su vida indestructible.

Tuve un sueño, no sé si lo fue, creo que sí: una sierpe avanzaba hacia mí: no era mala ni traía quizás ninguna gota de veneno. Pero era una serpiente aunqeu era csi blanca, blanda y muy sufrida y quería vivir conmigo y yo temí que ya nadie vendría a visitarme. Un hombre la partió de un tajo en dos y yo entonces vi su alma, pequeña, débil, blanquecina, que temblaba como alguien que se ha quedado desnudo de repente y estaba triste; nadie se iba a acercar a recogerla. Me encontré diciéndole: "alma de la serpiente, estás triste sin tu cuerpo, ven conmigo que yo te llevaré en mi alma", al mismo tiempo se me apareció una especie de disco blanco sosteniendo muchas almas, que mi alma llevaba a la altura de mi corazón. Y casi me arrepentí de aquellas palabras, de aquel ofrecimiento porque me asaltó el doble temor de no poder con ella también, aunque era débil y pequeña y de que su veneno se me transfiriese y de que fuera yo mala por momentos. Pero la piedad fue más fuerte que el temor de volverme mala y, ya sin palabras, me incliné y ella subió al lado de las otras almas. Despierta, me acordaba de vez en cuando y acechaba mis movimientos, mis pensamientos; no noté nada ajeno.

Por entonces comencé a ver de vez en cuando, en ocasiones dormida y en ocasiones despierta, de un modo diferente. Veía un árbol, es con lo que primero me ocurrió; un árbol que veía constantemente entre las columnas del templo: un pino del mar, alto, con una copa dividida y como derramándose, erguido y solo entre un grupo de cipreses que lo rodeaba y que no le quitaban ser el protagonista de aquel simbólico paisaje.

Y lo vi sin mirarlo, en un medio diverso del aire, más transparente y fluido; era el medio propio de la visión, el medio de visibilidad donde las cosas no se nos aparecen nunca. Y la diferencia era tal como si hasta entonces lo hubiese visto sólo de bulto. No era más real por eso, era simplemente verdadero. Era el árbol solo y único, era de verdad y estaba aquí; esto es lo más difícil de poner en palabras. De haber yo podido pensar lo hubiera pensado, pero me tuve que conformar con ver así de vez en cuando. Otra noche vi dormida, pero no en sueños, en ese espacio donde las cosas son enteramtne lo que son, en una claridad sin resto alguno de opacidad, la luna blanca, pura, ensimismada; su luz no irradiaba ni tenía fosforescencia, ni resplandecía ni brillaba,era la luna y su luz quieta. Mas tampoco ésto lo sé poner en palabras porque nunca he podido pensar. Reposo y movimiento en relación con aquello son cosas relativas, estados. Y aunque en el movimiento haya acción o por lo menos actividad y pasividades, sufren las cosas su reposo y su movimiento y por ello no son del todo visibles. Pues, ¿cómo ha de ser visto perfectamente lo que está padeciendo sujeto a alteración, disminiudo en el reposo, excediéndose en el movimiento? Mientras que en ese medio de visibilidad ni se mueven ni están quietas, no sufren estado alguno, son.

Aquella luna blanca dejaba caer su claridad. Y una esfera blanca no sé de qué materia, porque materia no la había, correspondía con ella. Después, al despertarme, miré al cielo y frente a mí la luna estaba en igual posición, igualmetne blanca. Mas no, no; nada había yo inventado. La esfera blanca era sin duda la del pensamiento, y la de la tierra. Alguien habría de venir sobre las aguas, y cuando la calridad de la primera alba se fundía con el mar dejando osucra la tierra, salía de mis sueños violentamente creyendo que podía venir en ese silencio en que la tierra se retira, se borra. Antes de la luz de la aurora. Antes de la aurora me despertaba. Con el rosa de la aurora resucita la tierra, el mundo de la sangre, del fuego, de la sequedad del deseo y de las cosas opacas. Aparecía ya la sangre en esa luz ni siquiera blanca, unas gotas de sangre celeste diluidas en la aurora y comenzaba el día y la historia, el hombre de la tierra hijo de esa herida celeste. Mientras que el que me despertaba llegaría caído de la luz nacido de la luz en las profundidades de las aguas. Tan sólo un instante haría vibrar el aire. Un pájaro, extendidas las alas inmensas, por un instante se detuvo suspendido, un ave desconocida y que volví a ver. Pero yo salía de mi sueño por el rumor de sus alas, antes del día y de su luz.

Y al fin lo vi venir desde el horizonte, caminando so­bre las aguas, sobre el mar encrespado que se amansaba en círculos alrededor. Mis rodillas se hundían en la arena hincadas como raíces mientras mis brazos desfallecían. Iba a su encuentro sin poder desprenderme. En ese ins­tante me supe encadenada. No puedo decir que se mar­chara ni que se desvaneciera ni que se hundió. Estaba en otro tiempo y aquel círculo en el mar pareció la impron­ta de un futuro inaccesible que nunca sería para mí pre­sente tal como en algunos sueños aparece la claridad úni­ca, negada y ofrecida. Y a la par, me levantaba esa aurora que en sueños sólo me visita.

Y de este modo yo viví más allá, en el fondo secreto y más allá de la puerta donde acaban todas las galerías por donde desciendo con mi lámpara que, cuando me vengo a dar cuenta, la he perdido y me he perdido yo, y una claridad que hiere sale sin que yo sepa su punto vi­sible de nacimiento. Luz de un amanecer que sólo cuan­do he perdido toda la luz aparece. Y hay rocas de cristal en la noche, montañas, ríos escondidos y aire espeso como de cámara nupcial, cuando un niño nace esperado y desconocido dentro y más allá de ella. Allí, no, no sé dónde.

Un día, una tarde, tras de muchos días sin sol, lo sentí más que vi en la playa. Como una herida ancha, relucien­te al sol en medio de su agua blanca, con más vida que la del mar. Un agua que salía del fondo de los mares. Y cuando llegué a donde creí que estaría no estaba ya y sólo encontré una huella, una impronta en forma de pez. Era un pez dibujado que se quedó allí mucho tiempo, pues el agua que en la marea lo cubría, lo dejaba con más vida. Era mi secreto, que nunca a nadie revelé y distraía a los visitantes para que no fueran por aquella parte de la ori­lla. Luego, un día de eclipse solar, un viento fuerte arre­molinó la arena y la alzó hacia el cielo negro. Y donde estaba el pez quedaron tan sólo unas rayas, quizás una pa­labra, que luego también se embebió en el agua, dejando una oquedad cambiante, como si fuese creada por un in­visible animal.

Y así me he ido quedando a la orilla. Abandonada de la palabra, llorando interminablemente como si del mar subiera el llanto, sin más signo de vida que el latir del co­razón y el palpitar del tiempo en mis sienes, en la indes­tructible noche de la vida. Noche yo misma.


Texto de María ZAMBRANO publicado por Elena LAURENZI en María Zambrano, nacer por sí misma. Editorial horas y HORAS la editorial

domingo, 5 de septiembre de 2010

PLUTARCO-Los animales utilizan la razón-Acerca de comer carne

Me preguntas por qué razón Pitágoras se abstenía de comer carne, pero yo me pregunto, más bien, cuál era el sentimiento, el estado mental o anímico del hombre que por vez primera se acercó a la boca una carne asesinada, del hombre que se atrevió a llevarse a los labios la carne de un animal muerto, y que hizo que se sirvieran en su mesa cadáveres en putrefacción, conviritendo en alimento miembros que poco antes balaban, mugían, andaban y veían. ¿Cómo pudieron sus ojos soportar la visión del asesinato? ¿Cómo fue capaz de ver morir, despellejar y descuartizar a un pobre animal? ¿Cómo su olfato soportó ese olor? ¿Cómo es que no sintió asco y horror cuando tuvo que entrar en contacto con el cuerpo desmembrado, cuando se manchó con la sangre y los líquidos que salían de las heridas mortales de otro ser?

Las pieles se arrastraban por tierra,
también las carnes mugían ensartadas,
asadas y crudas, y era
semejante a la de los bueyes la voz que de allí salía.[Odisea XII, 395,96)

Estas palabras corresponden a una ficción poética y una fábula, pero sin duda fue una cena extraña y monstruosa, como lo es el tener hambre de animales que aún mugen, aprender a alimentarse de animales que todavía viven y gritan,dar instrucciones para su preparación, para hervirlos o asarlos, y presentarlos en la mesa.
Es al primero que comenzó con tales prácticas a quien debería preguntarse, no a los que se sumaron más tarde a ellas; o quizá los primeros hombres que comenzaron a comer carne lo hicieron empujados por el hambre y la necesidad, tal vez no fue por un apetito desordenado por lo que adoptaron este hábito, ni fue la abundancia de cosas necesarias lo que les llevó a esta actitud insolente de codiciar voluptuosidades extrañas y contrarias a la natualeza, de modo que si ahora recuperaran el sentimiento y la palabra podrían decirnos: ¡Oh, qué felices y amados de los dioses sois vosotros, los que ahora vivís! ¡En qué tiempos de abundancia nacisteis! ¡Cómo gozáis de toda clase de bienes! ¡Cuántos productos os produce la tierra, qué copiosas son vuestras vendimias, cuántas riquezas os ofrecen los campos, qué cantidad de frutos os proporcionan árboles y plantas de los que podéis coger lo que queréis cuando bien os parece! Vivís ahora
rodeados de deleites, sin mancharos las manos, mientras que nosotros vivimos en lo más duro y temible de la existencia humana, siendo forzoso que cayéramos, por la reciente creación del mundo, en una terrible y apremiante indigencia de muchas cosas necesarias; la faz del cielo se encontraba todavía cubierta por la densidad del aire, las estrellas estaban mezcladas de un humor turbio e inestable con el fuego de las tormentas y los vientos. El sol aún no estaba bien establecido, todavía no tenía un curso fijo, cierto y seguro:

No separaba el día y la noche;
no conocía su ciclo de retorno,
coronado por estaciones
abundantes en frutos y en flores.

La tierra era ultrajada por el curso de unos ríos que no tenían ni fondo ni riberas definidas. Infestada en su mayor parte por profundos lagos y ciénagas, el resto se encontraba en estado salvaje, cubierta de bosques y selvas estériles; la tierra no producía frutos, ni había todavía herramientas con qué trabajarla, pues la inteligencia humana aún no había creado ingenio alguno para ello; el hambre no nos abandonaba nunca, y no se esperaba cada año como ahora, a la llegada de la estación de la siembra, pues nada había que sembrar.
Nada tiene, pues, de asombroso que, contra los dictados de la naturaleza, comiéramos carne de animales, habida cuenta que entonces se comía tanto el musgo como la corteza de los árboles, y era un hallazgo feliz encontrar algunas raíces verdes de grama o de brezo. Y cuando los hombres tropezaban casualmente con bellotas o castañas, bailaban de alegría en torno a un roble o un pino, al son de alguna canción primitiva, invocando a la "madre nutricia", a la tierra que les daba la vida; no había ne la vida de los hombre otra fiesta que ésa: el resto de la existencia humana no era más que dolor, miseira y tristeza.
Pero ahora, ¿qué rabia y qué furor os incitan a cometer tanto crimen, cuando estáis saciados de tan gran afluencia doe cosas necesarias para la vida? ¿Por qué calumniáis ingratamente a la tierra, como si ella no os pudiera alimentar? ¿Por qué pecáis contra Demeter, creadora de leyes santas, y avergonzáis al dulce y gracioso Dionisos, como si esas deidades no os dieran suficientemente para vivir?¿No os da vergüenza mezclar en vuestras mesas los frutos dulces con el crimen y la sangre? Llamáis "fieras" a leopardos y leones, y, sin embargo, derramáis su sangre, no siendo vuestra crueldad en modo alguno menos que la de ellos, pues si otros animales matan es por necesidad de alimento, mientras que vosotros lo hacéis por deleite; y no coméis leones ni lobos tras pelear con ellos y matarlos, sino que elegís los que son inocentes, mansos y domesticados, los que no tienen ni dientes para morder, ni garras para defenderse: es a ésos a los que cogéis y matáis, como si la naturaleza los hubiera creado tan sólo para vuestro placer.
[Es como si alguien, viendo el Nilo desbordado, inundando todo el país con sus aguas fertilizantes y generadoras, no alabara con admiración a este río que hace nacer y crecer tantos frutos hermosos y benéficos, tan necesarios para la vida del hombre, sino que lo censurara al ver en él un cocodrilo nadando, un áspid reptando, unas moscas malignas u otros animales maléficos y malvados. O como si viendo estas tierras y estos campos cubiertos de frutos benéficos y hermosos, repletos de espigas de trigo, percibiera entre los hermosos trigos unas espigas de cizaña y algunas malas hierbas, y se lamentase por ello. O lo mismo, también, que si, cuando se oye el alegato de un orador en alguna causa judicial, que con un torrente de elocuencia plena y vehemente pretende salvar a alguien cuya vida corre peligro, o probar y verificair las imputaciones y los cargos de algunos crímenes; como si de todo ese torrrente de elocuencia, digo, que no discurre de manera sencilla y escueta, sino con variados recursos de todo tipo que imprime en los corazones y las mentes de auditores o jueces, a los que hace cambiar de opinión de diferentes formas, o a los que tran quiliza y apacigua para que sopesen y consideresn el tema principal de la causa, se entretuviera, sin embargo, en recoger simplemente algunas expresiones retóricas que se han ido hilvanando en el flujo del discurso] [...] (Se ha perdido el resto de este fragmento por lo que no es posible conocer el sentido último de lo que Plutarco quiere decir)
Pero nada nos conmueve de los desgraciados animales, ni su bello colorido, ni la dulzura de su voz melodiosa, ni la sutileza de su inteligencia, ni la limpieza de su vida,ni la vivacidad de los sentidos y el entendimiento; y así, por un poco de carne, les privamos de la existencia, les arrebatamos el sol, la luz, y el curso de la vida a la que la naturaleza les había destinado; y pensamos luego que las vocoes que lanzan movidos por el miedo no son articuladas, y que no significan nada, cuando en realidad son plegarias, súplicas y peticiones en las que esos pobres animales nos gritan: "Si estás obligado por la necesidad, no te pediré que me salves la vida, pero déjame vivir si vas a darme muerte por un deseo de tu voluntad desordenada; si lo necesitas para comer,mátame, pero si por glotonería, déjame vivir", ¡Oh, cuánta crueldad! Qué horror produce ver la mesa de lso ricos servida y cubierta por cocineros y salseros que revisten esos cuerpos muertos; pero más horrible es todavía ver cómo la quitan, pues los restos que se llevan suponen más de lo que se ha comido: para nada, pues, se ha dado muerte a esos pobres animales. Hay otros que evitan las carnes servidas a la mesa y no quieren que se las toque, ni se las corte. Pero aunque las respetan cuando no son ya más que carne, no las respetaron cuando eran todavía animales vivos.
Pero para quien mantiene que la causa y el origen de comer carne está en la propia naturaleza, probémosles que ello no es acorde con la constitución del hombre. En primer lugar, se puede demostrar, por la natural composición del cuerpo humano, que no guarda semejanza ninguna con la de aquellos animales a lso que la naturaleza ha destinado a alimentarse de carne, habida cuenta que no tiene ni pico ganchudo ni garras afiladas, ni dientes puntiagudos, ni un estómago tan fuere, ni unos humores tan ardientes que puedan cocer y digerir la pesada masa de la carne cruda; y aunque no fuera por otra cosa, la naturaleza misma, con la igualdad de sus dientes planos y unidos, la boca pequeña, la lengua blanda y suave, y la debilidad del calor natural y de los humores que provocan la digestión, muestra por sí misma que no aprueba la costumbre del hombre de comer carne. Y si te obstinas en que la naturaleza lo ha destinado a comer carne, entonces mátala tú mismo por tus propios medios, sin usar maza, ni cuchillo hi hacha, sino como lo hacen lobos, osos y leones, que comen y matan al animal al mismo tiempo: así, trata de matar un buey a fuerza de dentelladas, acaba con un jabalí con tu boca, desgarra un cordero o una liebre con las garras, y cómela viva todavía, como hacen esos animales: pero si esperas que estén muertas para poder comerlasu, y sientes vergüenza de expulsar a dentelladas el alma presente en la carne que comes, ¿por qué comes lo que tiene alma? Pero incluso privada del alma y completamente muerta,no hay nadie que tenga el valor de comerla como está, así que se la hace hervir, se la asa, se la transforma con el fuego y varias drogas, alterando, disfrazando y sofocando el horrror del asesinato, para que el sentido del gusto, engañado y frustrado por tales disfraces, no rechace lo que le es extraño.
Pensemos en aquel espartano que, habiendo comprado un pez, lo entregó al posadero para que lo preparara; éste le pidió entonces vinagre, queso y aceita para cocinarlo. "Si tuviese lo que me pides-respondió el espartano-, no hubiese comprado el pescado." (...)

Trad. Fdo. Ortega-Acerca de comer carne-Los animales utilizan la razón -PLUTARCO-Editor J.J.Olañeta

viernes, 3 de septiembre de 2010

Cansado del amado reposo--S. MALLARMÉ(1842-1898)

Cansado del reposo cuya pereza ofende
La gloria por la cual huyera de la infancia
Adorable de bosques de rosas bajo el cielo
Natural, y cansado más aún del duro pacto
De cavar cada víspera nuevas fosas amargas
En el terreno avaro y frío del cerebro,
Torvo sepulturero de mi esterilidad,
¿Qué decir a esta Aurora, oh Sueños, visitada
Por las rosas, si el miedo de sus rosas sombrías
Rellenará los ojos del vasto cementerio?-

Yo quiero abandonar el cruel y voraz Arte
De mi pueblo; y sonriendo a los viejos reproches
Que me hacen el pasado, mis amigos, el genio
Y hasta la misma lámpara que sabe mi agonía,
Imitar al buen Chino de paz límpida y fina
Que goza éxtasis puros mientras pinta la muerte,
Sobre tazas de nieve arrobadas de luna,
De una flor singular que perfuma su vida
Transparente, la flor que sintió, siendo niño,
Injertarse en la azul filigrana del alma.
Para una muerte así que es ensueño de sabio

Yo he elegido, sereno, un paisaje lozano
Que también sobre tazas pintaré distraído.
Una línea de azul será un lago sumiso,
Bajo la desnudez de un cielo porcelana,
Y una luna creciente perdida entre las nubes
Remojará su cuerpo en el cristal del agua
No lejos tres bambúes, pestañas de esmeralda.
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Trad.Juan Filloy, para Antología de S.MALLARMÉ-edit. Visor

Las de l'amer repos...
Las de l'amer repos où ma paresse offense
Une gloire pour qui jadis j'ai fui l'enfance
Adorable des bois de roses sous l'azur
Naturel, et plus las sept fois du pacte dur
De creuser par veillée une fosse nouvelle
Dans le terrain avare et froid de ma cervelle,
Fossoyeur sans pitié pour la stérilité,
- Que dire à cette Aurore, ô Rêves, visité
Par les roses, quand, peur de ses roses livides,
Le vaste cimetière unira les trous vides ?
-Je veux délaisser l'Art vorace d'un pays
Cruel, et, souriant aux reproches vieillis
Que me font mes amis, le passé, le génie,
Et ma lampe qui sait pourtant mon agonie,
Imiter le Chinois au coeur limpide et fin
De qui l'extase pure est de peindre la fin
Sur ses tasses de neige à la lune ravie
D'une bizarre fleur qui parfume sa vie
Transparente, la fleur qu'il a sentie, enfant,
Au filigrane bleu de l'âme se greffant.
Et, la mort telle avec le seul rêve du sage,
Serein, je vais choisir un jeune paysage
Que je peindrais encor sur les tasses, distrait.
Une ligne d'azur mince et pâle serait
Un lac, parmi le ciel de porcelaine nue,
Un clair croissant perdu par une blanche nue
Trempe sa corne calme en la glace des eaux,
Non loin de trois grands cils d'émeraude, roseaux.