* de Luis de Góngora
** de Niels Bohr
foto: Samuel Beckett contempla perro y gato, tomado de Entre Gulistán y Bostan

sábado, 25 de junio de 2011

de La vida de los termes-MAETERLINCK

[...] Excepcionales circunstancias han permitido al eminente entomólogo K. Escherich violar un día, sin turbarlo, el secreto de estos departamentos reales. Tomó un croquis esquemático, alucinante como una pesadilla de Odilón Redon, o una visión interplanetaria de William Blake. Bajo una bóveda tenebrosa, baja y colosal, si se la compara con la talla normal del insecto, llenándola casi completamente, se alarga como una ballena rodeada de langostinos la enorma masa grasa, blanda, inerte y blancuzca del horrible ídolo. Millares de adoradores la acarician y lamen sin descanso, pero no sin interés, porque la exudación real parece tener tal atractivo, que a los pequeños soldados de la guardia les cuesta mucho trabajo impedir a los más celosos llevarse algún trozo de la divina piel con el fin de saciar su amor o su apetito. Por eso las viejas reinas están cosidas de gloriosas cicatrices y parecen remendadas.
Alrededor de la boca insaciable se agitan centenares de obreros minúsculos que la ingurgitan la papilla privilegiada, mientras que en el otro extremo otra multitud rodea el orificio del oviducto, recoge, lava y lleva los huevos a medida que fluyen. Por entre esa multitud atareada circulan pequeños soldados que mantienen el orden, y guerreros de gran talla rodean el antuario volviéndole la espalda, cara al enemigo posible y alineados en buen orden, las mandíbulas abiertas, formanddo una guardia inmóvil y amenazadora.
En cuanto su fecundidad disminuye, probablemente por orden de estos veedores o consejeros desconocidos, cuya implacable injerencia encontramos en todas pares, se la priva de toda alimentación. La reina muere de hambre. Es una especie de regicidio pasivo y muy práctico, del cual nadie es personalmente responsable. Se devoran sus restos con placer, pues es extremadamente grasa, y se la reemplaza por una de las ponedoras suplementarias, de las que nos ocuparemos enseguida.
Al contrario de lo que hasta ahora se había creído, la unión no se realiza durante el vuelo nupcial como en las abejas, pues en el momento de ése los sexos no son todavía aptos para la reproducción. El himeneo no se hace más que después que la pareja, arrancándose mutuamente las alas -extraño símbolo sobre el cual se podría largamente epilogar-, se ha instalado en las tinieblas de la comejenera, que no abandonará hasta la muerte. [...]
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de La vida de los termes (comejenes u hormigas blancas)-Maurice MAETERLINCK-
trad. del francés por Teodosio Leal y Quiroga-Colección Austral,Espasa-Calpe

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