[...]En ese momento un cervatillo se acercó por el camino: miró a la niña con sus grandes y amables ojos, sin parecer asustado.
-¡Ven aquí! ¡Ven aquí!- gritó Alicia, extendiendo su mano e intentando acariciar al animal, pero éste se retiró un poco y se quedó mirándola de nuevo.
-¿Cómo te llamas?-preguntó por fin el Cervatillo con voz dulce.
-Ojalá lo supiera- pensó la pobre Alicia, mientras contestaba con voz triste-: Ahora no me llamo nada.
-Piénsalo de nuevo- dijo el Cervatillo-: esa respuesta no sirve
Alicia pensó y pensó, pero no se le ocurrió nada.
-Por favor, ¿cómo te llamas tú?-preguntó tímidamente-. Si me lo dices tal vez me ayudes.
-Te lo diré si me acompañas un poco-contestó el Cervatillo-. Aquí no puedo acordarme.
Así que caminaron juntos por el bosque, Alicia abrazada tiernamente al cuello del Cervatillo, hasta que llegaron a campo abierto, donde el animalito dio de pronto un gran salto en el aire, desprendiéndose del brazo de Alicia.
-¡Soy un Cervatillo!-gritó encantado-. Y tú, ¡ay de mí! ¡eres un ser humano! De pronto, una mirada de alarma nubló sus bellos ojos marrones y un segundo más tarde comenzo a corer a toda velocidad.
Alicia se quedó mirándolo, contemplando su carrera, y casi a punto de romper a llorar por haber perdido tan de repente a su querido compañero de viaje. "Por lo menos ahora recuerdo mi nombre", se dijo. "Eso es algo. Alicia...Alicia...¡Nunca más me olvidaré de mi nombre! Y ahora, ¿cuál de estas indicaciones debería seguir?"
No era una pregunta de difícil respuesta, ya que sólo había un camino, y ambas indicaciones señalaban en la misma dirección. "Me decidiré" se dijo para sus adentros, "cuando el camino se bifurque y las indicaciones apunten en direcciones distintas".
Pero no parecía probable que esto sucediera. Alicia siguió caminando y caminando, pero, cada vez que el camino se bifurcaba las dos indicaciones señalaban en la misma dirección: Una decía: "A LA CASA DE TWEEDLEDUM" y la oatra indicaba: "A LA CASA DE TWEEDLEDEE".[...]
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trad. Marta Olmos, Edimat Libros-
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