Mira el castillo donde duerme, los pasadizos de piedra gris donde se humilla cuando vuelve del insomnio. No hay espejos donde vigilar el crepúsculo, pero en la gran mesa del salón central se cruza el destello de una espada. Doble hoja asesta en el pecho, mira el desgarro de la luna, no le queda tiempo. Ella pliega la boca en sus ventanas, escinde y no se detendrá. Besará el acero, la cintura del hechizo, la danza caliente sobre la escalinata, las manos firmes en la empuñadura. No es extranjera, acuna al que ha sido. Desde el principio te persigue y el cielo es tan vasto.
Patricia Damiano en http://calamocurrent.blogspot.com/search/label/La%20turquesa%20mar
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